«El reto es ser competitivos al mismo tiempo que cuidamos el medio ambiente. Si no lo logramos, nos veremos abocados al decrecimiento obligado.»
¿Será la economía circular una realidad algún día? Esta es la cuestión que explora el libro Economía circular. El camino hacia la sostenibilidad, publicado recientemente por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Hablamos con sus autores: Joan Rieradevall, socio fundador de inèdit, y Carles Gasol, director de Desarrollo de Negocio de inèdit.
Economía circular: ¿una realidad o una ilusión?
Carles Gasol (C.G.): En el libro contraponemos una mirada optimista y otra más crítica. Yo represento la parte pesimista: la economía circular necesita un marco legislativo sólido. Si este avanza con decisión, irá más allá de las empresas pioneras que hoy buscan diferenciarse en un segmento aún reducido. Pero el contexto geopolítico no ayuda y los datos hablan por sí mismos: el índice mundial de circularidad ha caído hasta el 6,9 %.
Joan Rieradevall (J.R.): Desde finales de los setenta trabajo en temas ambientales y he vivido momentos más desalentadores que el actual. La situación ha mejorado: si antes solo se hablaba del tratamiento de los residuos, ahora el reciclaje está consolidado, sobre todo en Europa. Aun así, el ritmo es lento y el cambio climático se acelera. Por tanto, creo que hemos hecho muchos progresos tanto desde el punto de vista legislativo como en la concienciación; hay más conciencia —de administraciones, empresas y consumidores—. Pero no sé si, al ritmo que vamos, llegaremos. Es lo que me preocupa. Y le doy la razón a Carles: o espabilamos y aceleramos, o esto irá mal.
¿Qué creéis que aporta de nuevo este libro?
C.G.: Existen otros libros sobre economía circular, pero nosotros aportamos un extra de conocimiento. Cataluña tiene una trayectoria bastante pionera en economía circular, y los casos prácticos que hemos incluido lo reflejan. Aunque sean casos locales, son ejemplos extrapolables a cualquier empresa europea.
J.R.: Sobre todo, el libro ofrece ejemplos concretos y tangibles —como unos zapatos— que acercan la economía circular a las personas que toman decisiones, al público interesado y al ámbito docente. Quiere ser una obra de referencia que recoja antecedentes, marco legal, herramientas y casos útiles tanto para introducirse en la materia como para aplicarlos en el ámbito profesional.
Además, el libro no solo presenta nuestra opinión, sino también la de muchos otros especialistas de ámbitos muy diversos, y la experiencia de muchas empresas que nos han permitido compartir su actividad como ejemplo.
«Si los precios de los materiales suben o si algunos productos circulares empiezan a ser aceptados por los consumidores finales, las empresas apostarán por la economía circular para sobrevivir.»
¿Qué creéis que provocará el punto de inflexión hacia la economía circular? ¿Qué puede inclinar la balanza hacia el pesimismo de Carles o hacia el optimismo de Joan?
C.G.: Tengo mucha confianza en la legislación. Mi experiencia es que los legisladores casi siempre actúan después que el mercado, y a menudo les falta un punto de valentía. Aun así, el mercado ordena mucho. Si los precios de los materiales suben o si algunos productos circulares empiezan a ser aceptados por los consumidores finales, las empresas apostarán por la economía circular para sobrevivir. Para mí, este será el verdadero detonante: el precio de las materias primas y la disponibilidad de materiales críticos.
J.R.: En el terreno legal hay legisladores más atrevidos y otros más prudentes. Creo que el Parlamento Europeo es mucho más valiente que la Comisión, que al fin y al cabo representa a los Estados. Hace cosas que parlamentos como el español, el francés o el catalán difícilmente habrían hecho. También depende de los gobiernos del momento, pero, en conjunto, Europa ha apostado fuerte por la economía circular. La economía circular, de hecho, responde a una debilidad estructural de Europa: la dependencia de recursos externos. Lo hemos visto con el gas ruso o con los paneles solares que dependen del litio chino. Por eso la economía circular es, en gran parte, una estrategia de protección. Si tienes parte de la producción asegurada dentro del ciclo ―como pasa con el papel, que en un porcentaje muy alto procede del reciclaje―, las fluctuaciones del mercado te afectan menos.
La ecología industrial, el análisis de ciclo de vida… Desde el punto de vista del concepto, ¿hemos visto una evolución?
C.G.: El factor económico es clave. Los fondos de inversión que han entrado en las empresas en los últimos años han sido muy exigentes con la sostenibilidad: ambiental, social y de gobernanza (los famosos ESG). La economía circular queda englobada ahí, pero dentro de una visión holística. Trump provocó la retirada de los fondos americanos, y han quedado sobre todo los europeos, que aún mantienen esa presión. Esto ha llevado a muchas empresas a crear departamentos de sostenibilidad e incorporar la economía circular junto con otras estrategias, como la descarbonización o la gestión social de la cadena de proveedores. A diferencia de otros aspectos ESG, la economía circular tiene una conexión directa con el negocio: ahorro en compras, eficiencia de procesos… y eso la hace especialmente atractiva para las direcciones empresariales.
J.R.: Cuando hablas de ecología industrial, está la palabra ecología. Cuando hablas de desarrollo sostenible, también aparece la palabra sostenible. En cambio, economía circular es un concepto aparentemente neutro, sin carga ambiental explícita. Eso hace que entre más fácilmente en las decisiones empresariales. Después, claro, descubren todo lo que hay detrás y se asustan. Pero la entrada es más suave.
«Economía circular es un concepto aparentemente neutro, sin carga ambiental explícita. Eso hace que entre más fácilmente en las decisiones empresariales.»
En el libro destacáis el papel de las universidades. ¿Se está haciendo lo suficiente para incorporar la circularidad en los grados?
C.G.: Algunos sí. En Ciencias Ambientales o en grados vinculados a la producción, el consumo o el urbanismo, estos temas ya están presentes. Pero en muchos otros estudios apenas se rozan. Lo ideal sería que estuviera integrado: igual que un ingeniero sabe hacer un plan de negocio, también debería saber calcular la contabilidad ambiental de su proyecto.
J.R.: El problema es la lentitud de la universidad. Hacer un nuevo plan de estudios puede tardar cinco años, y eso es un error. Debería haber más flexibilidad para adaptarse a los intereses sociales en cada momento. La universidad tendría que ser pionera en los cambios, y demasiadas veces va a remolque. Lo que me preocupa es la velocidad. Desde una visión histórica, vamos bien, pero si miramos el entorno, vamos lentos. El cambio climático avanza a una velocidad brutal.

¿Por qué alguien debería comprarse el libro?
C.G.: Porque somos dos perfiles diferentes que mantenemos un diálogo constante. Eso se nota en la redacción y le da un valor añadido. Además, hemos incorporado aportaciones de expertos muy diversos: desde un pequeño empresario textil del Maresme hasta Pilar Chiva, de la Agencia de Residuos de Cataluña, o José María Fernández Alcalá, de IHOBE.
J.R.: Leerlo ayuda a ordenar la información y a entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. La economía circular no es un invento de la Fundación MacArthur ―aunque la “marca” sí que ha ayudado mucho―. Al principio pensábamos que sería una moda, pero Carles intuyó que acabaría llegando a las empresas y a la investigación.
¿El año 2030 es la fecha clave para saber si la economía circular será una realidad o una ilusión?
C.G.: Sí, porque hay objetivos marcados en descarbonización, renovables, plásticos… Pero ya sabemos que los humanos no reaccionamos hasta que no tenemos el agua al cuello. A veces hace falta un sprint final.
J.R.: Aunque Europa lidere, hay un efecto dominó. Por ejemplo, con las directivas de ecodiseño: en Europa han hecho moverse incluso a universidades de Perú.
C.G.: El problema es que, si las empresas acaban en manos de grandes fondos de inversión americanos o chinos, será muy difícil hacer cumplir la legislación europea. Estamos en una carrera en la que Europa necesita inversión, los materiales son críticos y la economía circular y la política de cambio climático son una protección del tejido empresarial; al mismo tiempo, está entrando capital de empresas americanas y chinas, y si esto sigue así volveremos otra vez a la búsqueda de un equilibrio entre el medio ambiente y el capital. El reto es ser competitivos al mismo tiempo que cuidamos el medio ambiente. Si no lo conseguimos, nos veremos abocados al decrecimiento obligado.
J.R.: Hay muchos factores que se juntan: países desarrollados y no desarrollados, la debilidad actual de las Naciones Unidas, y a la vez dos mil millones de personas que necesitan aumentar su consumo. Si este crecimiento tiene un componente circular, bien; si no, será insostenible. Una vía de futuro es la servitización: pasar de producto a servicio. El lujo, por ejemplo, puede ser sostenible. Piensa en relojes Patek Philippe, que pasan de padres a hijos y pueden durar 200 años. O en iniciativas locales, como la de Miriam Ponsa, que trabaja en remanufactura textil.
C.G.: O proyectos que dan una segunda vida a la ropa y generan empleo local: llevar una prenda y que te la arreglen o hagan otra, y al mismo tiempo generan un sistema circular y social.