OPINIÓN

Un cambio sistémico

El acuerdo final de la COP28 nos muestra cómo los petroestados pueden aceptar la declaración de intenciones de iniciar una transición para abandonar los combustibles fósiles, pero en ningún caso aceptan reducir su uso y mucho menos eliminarlos. Esto no debería sorprendernos, ya que mientras un producto, aunque sea contaminante, siga siendo legal, tenga una alta demanda y sea lucrativo, siempre habrá alguien dispuesto a producirlo. Imaginemos que, presionada por la sociedad, los gobiernos y los inversores, una compañía petrolera reduce la producción de combustibles para desarrollar el negocio de las renovables; seguramente habrá alguna otra petrolera encantada de quedarse con la parte de negocio que deje la otra.

Es un problema que vivimos a diario en diferentes sectores y escalas. No faltan motivos, pero sí incentivos para dejar de producir y consumir como lo estamos haciendo. Y es que, para volver al camino de los 1,5°C o para que el Earth Overshoot Day ―el día del año en que la demanda de recursos y servicios por parte de la humanidad supera la capacidad de la Tierra para regenerarlos― sea el 31 de diciembre y no el 3 de agosto, se necesita un cambio sistémico. No se trata de producir y consumir menos haciendo lo mismo o un poco mejor. Ni de hacerlo solo en algunas partes del planeta. Se trata de darnos cuenta de que el modelo de extracción, producción y consumo de recursos respaldado por el uso de energía fósil barata ha llegado al final del camino y necesitamos una economía que genere valor conservando los recursos en lugar de destruirlos.

La noticia positiva es que este cambio es posible. Tenemos los conocimientos, la tecnología y los recursos para hacerlo realidad. La noticia negativa es que es muy poco probable que esta transición se haga de forma ordenada, minimizando los costos. La transformación y adaptación al cambio, especialmente si este debe ser rápido, no está al alcance de todas las organizaciones públicas ni privadas.

Decía que habíamos llegado al final de un camino. Sin embargo, solo unos pocos tendrán la capacidad de reinventarse para tomar el siguiente, que, necesariamente, deberá ser circular y descarbonizado. La mayoría de las organizaciones, incapaces o impotentes, ofrecen y ofrecerán una gran resistencia al cambio. Alargando su agonía, encarecen los costos de esta transformación para todos. Algunas organizaciones punteras trabajan en el diseño de su transición. Pero si mover una única empresa ya es un desafío monumental, y no exento de contradicciones ―como lo demuestra la destitución de Emmanuel Faber como CEO de Danone en 2021―, cambiar una economía de 8.000 millones de habitantes no se puede hacer sin un largo período de crisis que obligue a adaptaciones progresivas y/o cierres de negocios que ya no son viables en la nueva realidad.

Inèdit no debe ser un agente neutro u observador ante este momento histórico. Muy al contrario, debe ser un agente al servicio de aquellas organizaciones que busquen ayuda para diseñar esta transición. No será cuestión de hacer un proyecto o dos, ni una guía sectorial o un plan de descarbonización. Serán años de cambios ―reguladores, económicos, fiscales, sociales, de valores, políticos― que habrá que acompañar para que este cambio sistémico sea tan rápido, ordenado y con los menores costos económicos y sociales como sea posible.

Por otro lado, cada vez más nos encontraremos con interlocutores con una creciente disonancia cognitiva. Personas que sufrirán de la incoherencia entre lo que piensan o creen y sus acciones o experiencias diarias. Y, por lo tanto, tendremos que ofrecer siempre alternativas que no las acorralen y las lleven al bloqueo, sino que las ayuden a comprender la complejidad del reto y a encontrar caminos para su reubicación en el nuevo modelo que las conviertan en aliadas y no en frenos del cambio.

Diseño, empatía, datos, proximidad, innovación, sí. Pero también contundencia donde sea necesario, porque no todo está permitido. No es correcto poner a un petroestado a dirigir la eliminación de los combustibles fósiles. No es correcto desinformar ―greenwashing, carbon neutral, etc. No es correcto diluir los temas para no tener que enfrentar los más urgentes ―este es uno de los riesgos habitualmente identificados en el enfoque de Environmental, Social and Governance (ESG). No es correcto refugiarse detrás del propósito o la mera declaración de buenas intenciones, porque hacerlo más tarde es demasiado tarde.

Queremos hechos, queremos acciones. Los necesitamos. Y desde inèdit trabajamos cada día para hacerlo realidad.