Sistemas de reutilización de botellas de vino: una apuesta necesaria
El sector vinícola puede llegar a reducir su huella ecológica hasta un 28%
El pasado otoño saltó la alarma en el sector vitivinícola. Diversas bodegas alertaban de los problemas de abastecimiento de botellas de vidrio, que podían afectar a los precios y que hacían peligrar el volumen de ventas. Las noticias sobre los retrasos en el suministro de materias primas no fueron exclusivas del sector del vino, sino que también provocaron paradas o disminución de la producción en otros sectores, como el de los automóviles. A su vez, el aumento del precio de la energía también se tradujo en apagones en China y cierres de fábricas en los Estados Unidos.
Un modelo económico con pies de barro
Los analistas han coincidido en señalar la disminución o parada de las restricciones por la pandemia como una de las causas importantes de esta crisis. Pero lo ocurrido parece ser una muestra de lo que puede suceder durante los próximos años si no se cambia el actual modelo de producción y consumo. Un modelo productivista que hace un uso intensivo e ineficiente de los recursos, extrayéndolos para convertirlos en residuos, incluso cuando se trata de recursos no renovables. Pero ahora ya sabemos que se trata de un modelo que tiene los pies de barro, ya que se basa en la falsa ilusión de un planeta con recursos infinitos y la quimera del crecimiento continuado.
Las manifestaciones de la crisis ecológica han dejado en evidencia que hay que superar esta relación aniquiladora con nuestro entorno natural. Necesitamos replantear el uso de los recursos para poder satisfacer las necesidades de la población mundial sin comprometer la supervivencia de las generaciones futuras. Por eso también necesitamos superar los modelos de análisis económico centrados en la producción, con indicadores como el PIB. Son marcos obsoletos que no nos aportan información sobre el grado de satisfacción de las necesidades humanas ni sobre el respeto a los límites naturales del planeta.
Entre la satisfacción de las necesidades y los límites ecológicos
En este sentido, ha tenido una repercusión significativa la propuesta de la economista Kate Raworth. Esta profesora de Oxford y Cambridge plantea un modelo de análisis económico que busca el equilibrio entre las necesidades humanas esenciales y los límites ecológicos del planeta. Raworth representa su teoría con la figura de un donut que pone en relación estas dos dimensiones: en el centro, las necesidades básicas que hay que cubrir; en el anillo exterior, los límites naturales que no deben superarse.
De esta manera, para calibrar el estado de salud de una economía, en lugar de mirar la evolución del PIB —que nos dice bien poco del bienestar físico y mental de las personas y de la presión ejercida sobre el planeta—, lo que hay que hacer es analizar hasta qué punto se está cubriendo lo que hay en el centro (necesidades de la población) y si se sobrepasa el anillo exterior (límites naturales).
El desafío actual consiste, por tanto, en replantear modelos de producción y consumo que se muevan entre estas dos variables. La crisis ecológica comienza a poner contra las cuerdas al sistema económico actual y hay que mantener una actitud proactiva en la búsqueda de soluciones.
Reducir la huella de carbono en el sector vitivinícola
Eso es lo que Rezero e inèdit hicieron con reWINE en el sector vinícola, uno de los más afectados por los efectos de la emergencia climática, ya que la viña y la calidad del vino dependen en gran medida de las condiciones atmosféricas. Durante cuatro años investigamos para hacer una propuesta viable para reducir la huella ecológica del sector vinícola replanteando el sistema de envasado.
En la industria del vino, el vidrio de un solo uso es ampliamente utilizado para envasar. El vidrio, al ser un material inerte, es ideal para el contacto con alimentos. También presenta otras ventajas, como la alta reciclabilidad, que las materias primas no son problemáticas y que está libre de tóxicos.
Ahora bien, según un estudio reciente sobre el análisis del ciclo de vida de diferentes materiales de embalaje, los envases de vidrio, cuando son de un solo uso, tiene los mayores impactos ambientales en comparación a otros materiales (por ejemplo, PET, aluminio y briks de bebidas). Esto se debe a que la producción de vidrio requiere grandes cantidades de energía, independientemente de la cantidad de materia prima reciclada.
En cambio, cuando el vidrio se reutiliza, todo son ventajas desde el punto de vista ambiental. Y es que, si cuesta tanto fabricarlo y se puede reutilizar, ¿por qué lo trituramos después de cada uso? Este despropósito todavía es más grave cuando las plantas de reciclado están a grandes distancias de los puntos de consumo, como es el caso de las Baleares.
Por todo ello, la estrategia reWINE pasa por la implementación de un sistema de reutilización de los envases de vidrio. Llevamos a cabo una prueba piloto con la colaboración de 7 bodegas, 2 distribuidores, 54 restaurantes, 32 tiendas, 3 cadenas de supermercados y 3 puntos limpios. La principal conclusión del estudio es que recuperando las botellas y lavándolas para darles hasta ocho usos, se puede llegar a reducir la huella de carbono del sector hasta un 28%. Para ser más claros, cada ocho usos que le damos a una botella ahorramos las emisiones de producir una nueva.
El reto de la transición
Pero, para conseguirlo, hay que crear los circuitos de reutilización e invertir en plantas de lavado descentralizadas para reducir las emisiones asociadas a los transportes.
La reutilización de las botellas de vino puede tener mucho sentido para aquellas zonas vitivinícolas organizadas en las llamadas Denominaciones de Origen (DO), en las que la producción, venta y consumo se hace a escala local o regional, por ejemplo a distancias de entre 100 a 200 km del punto de producción del vino y el punto de consumo. En cambio será inviable para el vino exportado o será necesario pensar en circuitos de reutilización complejos y abiertos.
Esta transición hacia el envase reutilizable en el sector vitivinícola será progresiva y diversa. Las grandes bodegas podrán internalizar plantas de lavado si les resulta más competitivo a nivel de costes. En cambio, las pequeñas bodegas posiblemente necesitarán plantas de lavado externas gestionadas por terceros.
Sea como sea la transición hacia la reutilización de las botellas de vino, es cierto que habrá que superar ciertas barreras, como las etiquetas con cola no hidrosoluble que generalmente utiliza el sector, la no estandarización de botellas, opción nada deseada por muchas bodegas, la necesidad de conseguir un volumen de botellas retornadas que permita amortizar las plantas de lavado internas y garantizar la viabilidad económica de las externas, etc.
Necesidad de inversión
La apuesta por la reutilización de las botellas de vino necesita unos años de inversión para ganar volumen y superar la baja rentabilidad económica de proyectos con una cuota de mercado muy segmentada. A Catalunya solo queda una planta de lavado activa, y actualmente solo lava botellas preconsumo. En cuanto a las Baleares, las plantas de lavado todavía existentes no están preparadas para absorber el volumen y el tipo de botellas utilizadas por las bodegas de las islas.
La iniciativa privada para que surjan más plantas será difícil sin un marco legislativo favorable a la reutilización. También es necesario un apoyo financiero que permita tiempo para ir sumando bodegas, empresas distribuidoras y personas consumidoras hacia la reutilización. Solo así se podrá evitar el riesgo de mortalidad en los proyectos empresariales de plantas de lavado de botellas de vino. La llamada colaboración público-privada tiene una oportunidad en el campo de la reutilización. Sería deseable que las administraciones y las empresas interesadas en aprovechar esta oportunidad la pusieran en práctica tan pronto como fuera posible.
Oportunidad normativa
Hace más de un año que las conclusiones del reWINE están sobre la mesa. Desde entonces, alguna administración ha mostrado interés por trabajar en este sentido. Baleares apostó por la reutilización de envases de bebidas en su ley de residuos –aprobada en 2019 y pionera en Europa–, marcando objetivos específicos y están estudiando los mecanismos para que haya circuitos de lavado y distribución de envases reutilizables.
Hay que seguir trabajando para disponer de una normativa que acelere el proceso de implantación de sistemas de reutilización. En este sentido, es importante no dejar escapar las oportunidades que representan la futura ley estatal de residuos (ahora en el Senado) y la tan esperada ley catalana de residuos, todavía en fase de redacción. Es necesario que se fijen objetivos cuantitativos de reutilización, establecer los mecanismos para conseguir y garantizar la financiación necesaria para sostener una transformación de esta magnitud. Esperamos que los representantes políticos sean conscientes de la importancia de contribuir a la sostenibilidad de este sector económico estratégico.